La vulnerabilidad y el desarrollo de la conciencia

Cuando queremos comprender el sentido de la vulnerabilidad podemos analizarlo en diferentes capas o miradas. Si nos limitamos a la mirada biológica, para los humanos sobrevivir supone no mostrar debilidad y tampoco vulnerabilidad para evitar agresiones. Si añadimos la mirada psicológica, al esconder nuestra vulnerabilidad nos alejamos de los demás, nos aislamos y no nos vinculamos o no entramos en conexión con los otros. 

Si nos adentramos en la mirada transpersonal o en el camino espiritual, al nacer, los humanos nacemos separados de un lugar íntimo de plena conexión. Un lugar inefable de no dualidad y caemos como huérfanos cósmicos a una falsa separación. Esta orfandad nos lleva a buscar la seguridad en el mundo encarnado desde el mismo momento de nuestra concepción. 

Pero el mundo no está a nuestra disposición, no está diseñado para cubrir nuestras necesidades y esto nos pesa. Buscamos sentirnos a salvo a través de sentir que somos amados. Sin embargo, los seres queridos que nos rodean nos devuelven, al igual que la sociedad, sus preferencias de cómo desean que sean las cosas o de cómo desean que seamos nosotros. 

No es algo que hagan a veces directamente, pero la sensación de lo que es adecuado o no, o la sensación de lo que supone poder tener mayor o menos grado de pertenencia nos lleva a ir generando nuestra sombra e ir ocultando en ella todo aquello que consideramos que no nos va a ayudar a tener valor en el mercado del amor. 

En definitiva, estamos hablando de ocultar nuestra vulnerabilidad. Todos los humanos lo hacemos. Nos fabricamos una coraza, una máscara para poder sostenernos en el desafiante mundo de la búsqueda de ser amados, admitidos, respetados. Nos comportamos de la forma en la que creemos que sufriremos menos, aislándonos para que no nos hagan daño, a salvo lejos de la conexión, o adaptándonos para tener un buen lugar. 

Sosteniendo humillaciones y faltas de respeto a cambio de pertenecer o de creer que pertenecemos, actuando de manera inauténtica para ser el centro y ser vistos, ejerciendo autoridad o poder desde el conocimiento, la razón o la fuerza. 

Pero esto lo hacemos siendo algo que no somos. Llevando a cabo un comportamiento perdido, desamparado, y que no sabe que, de esta forma, se condena al sufrimiento. 

En lo más profundo hay una búsqueda legítima que desea volver a esa unidad perdida. Que desea fusionarse de nuevo en el todo, pero no sabe cómo hacerlo y en su lugar hace una versión distorsionada de esa fusión a través de la búsqueda del amor, del placer, del poder, de la razón, de la legitimidad o de la seguridad. 

Nos escondemos detrás de un muro que hace opaco nuestro corazón alejándonos de nuestra vulnerabilidad cuando, en realidad, la vulnerabilidad es la puerta hacia nuestra esencia, hacia lo más íntimo de nosotros mismos y hacia la conexión con los demás y con el todo. 

Gabor Maté lo llama: “La opacidad del yo entre el mundo y nosotros”. Ese muro de aparente invulnerabilidad no es más que nuestro yo vestido, nuestro personaje que impide que podamos mostrarnos tal y como somos. El yo más esencial. Ese nosotros de la frase del doctor Gabor. 

Al igual que los árboles, que crecen desde su parte más tierna, los humanos podemos crecer o transformarnos a partir de nuestras partes más tiernas y vulnerables. En la vulnerabilidad yace nuestro potencial. Es ese lugar en el que podemos ser heridos, en el que podemos sufrir dolor, el lugar donde estamos abiertos al mundo, abierto el corazón y sensible a amar y a ser amado, pero también a sentir el resto de las emociones. 

El miedo nos aleja de nosotros mismos y el camino contrario es el del amor. Abrir el corazón a la compasión a los demás en la esencia de la humanidad compartida y especialmente abriendo el corazón hacia nosotros mismos. 

Dejando a un lado el dolor biológico, nadie puede dañarnos emocionalmente, eso es algo que solo podemos hacer nosotros con nosotros mismos. Si abrimos el corazón hacia nosotros mismos y nos amamos y aceptamos profundamente, entonces, nuestra vulnerabilidad será nuestra fortaleza y el amor que nos entregamos en el propio corazón impedirá que los otros puedan lesionarnos. 

Por otro lado, el saber que somos seres susceptibles de ser dañados o vulnerables hace que el camino sea más consciente, que el amor no se entregue sin precio y que el coraje sea una acción de crecimiento de nuestra alma. 

Amar desde el corazón compasivo no es algo fácil, nuestra vulnerabilidad nos lo recuerda. Abrirnos hacia la expansión horizontal hacia el otro supone hacernos responsables de nosotros mismos y de nuestras heridas y del impacto de nuestro comportamiento en los demás. 

Avanzar con la conciencia de ser vulnerables, supone avanzar como adultos y la posibilidad de crecer asumiendo el precio que esto conlleva. Solo los niños quieren salir indemnes de la vida, acumulando sin soltar y disociándose ante el dolor. 

La vulnerabilidad es nuestra condición como humanos y avanzar conscientes de esto nos hace ser auténticos y convierte el camino en un viaje de autoconocimiento y de desarrollo. Si negamos nuestra vulnerabilidad, negamos nuestra capacidad para crecer y nos negamos a nosotros mismos generando así el infierno en la tierra para nosotros. 

Como seres espirituales que atravesamos el paisaje terrenal como si de un viaje del héroe se tratase, necesitamos reconectar con nuestra esencia para volver desde la conciencia a ese lugar de no dualidad y plenitud. Como si el sendero más profundo se asimilase a emprender el regreso a casa al origen. 

El viaje en sí mismo se apoya en el hecho de que somos susceptibles de ser dañados. Esa es la esencia de la toma de decisiones, de la capacidad de escoger que nos permita tomar el sendero de la compasión en lugar del camino del miedo, y haciendo esta elección de manera muy consciente, conocedores del riesgo y reuniendo el coraje para avanzar. 

Desconectarnos de nuestra parte más vulnerable es cerrarnos la puerta a esa elección y en definitiva eliminar la única posibilidad de iniciar el retorno al hogar. El camino a casa que en definitiva siempre fue nuestro viaje. Volver al origen transformados por el propio viaje. 

Si deseas leer sobre la comparación entre vulnerabilidad y debilidad en estos términos puedes leerlo aquí. 

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José Manuel Sánchez Sanz

Director de “El desafío de la conciencia”, del programa de coaching transpersonal, de los retiros de meditación y formador del curso sobre Eneagrama.

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