¿Qué es un proceso transpersonal o qué hace que un proceso se deba abordar desde esta perspectiva?
Un proceso transpersonal es aquel que responde a la demanda del cliente más allá de la realidad aparente que nos rodea.
Las preguntas nucleares que habitualmente nos hacemos en silencio. Las cuestiones trascendentes que no se hablan en el entorno cotidiano. Aquello catalogado como demasiado profundo y por ello, a veces, como peligroso.
Aguas misteriosas que, si buceamos, pueden poner en cuestión mucho de lo que ya llevamos avanzado en la vida y esto podría amenazar con traer cambios que nos asustan.
¿Cuál es mi propósito en la vida? ¿Qué es ser feliz? ¿Qué es lo que me moviliza realmente ya que nada de lo que me rodea me llena por completo? ¿Quién soy realmente? ¿Dónde está el sentido de todo esto? ¿Para qué he venido a este mundo? ¿Cómo me enfrento a esta realidad a veces despiadada? ¿Cómo sostener la soledad más absoluta o la falta de amor?
Esto no significa que los grandes temas se deban abordar de forma solemne y grave. El viaje es simplemente real, con humor, dolor, miedo, sonrisas y alegría mezclados de ilusión, rabia, tristeza o esperanza. La realidad se muestra tal y como es, sin juicio. y se afronta desde los recursos más esenciales que todos los humanos poseemos.
Formarse como coach transpersonal, significa sentir cierta atención hacia estos temas, cierta necesidad de entrar en ellos y desplegarlos. Es un camino que trabaja desde la esencia y busca la conexión del cliente con esa parte nuclear de sí mismo.
He aquí tres casos de procesos llevados a cabo por mí, que necesitaron de esta mirada para llegar hasta el final y dar un nuevo lugar de posibilidad a los clientes. Me he reservado el derecho a modificar algunos datos esenciales para mantener la confidencialidad.
Caso 1: Andrea
Andrea acude a coaching porque a pesar de ser una ejecutiva de una multinacional con una carrera profesional referente, siente que vive la vida desde la absoluta exigencia y ya no puede más. “Estoy agotada de luchar todo el tiempo para ser perfecta y no llegar nunca”.
El agotamiento es en parte laboral por las horas que trabaja y la alta responsabilidad. Además, es la pareja perfecta para su marido y la madre perfecta y dedicada a sus dos hijas. Acude siempre a las actividades escolares de las niñas y las lleva a las extraescolares. Tiene tiempo para todo y siempre está haciendo y haciendo.
A pesar de ello, en su interior, Andrea siente que ese lugar que ha logrado con mucho esfuerzo es endeble. Que ella en su interior no conseguirá nunca consolidarse en el reconocimiento o el valor. Que ella debe siempre demostrar o no le darán el lugar. Su éxito es un éxito basado en la lucha y en la constante demostración a través de los hechos.
En el trabajo dedica demasiadas horas y después entre su pareja, los amigos que le suelen pedir consejo y sus hijas, se le va el tiempo. Además, siente que se agota y ya no hay espacio para ella.
Acude a pedir ayuda en un proceso de coaching porque está cansada de la vida que lleva y quiere parar de alguna forma. Recuperar su valor allá donde quiera que esté y dejar de depender de la mirada de los demás.
A lo largo del proceso Andrea descubrirá que no sabe quién es realmente ni lo que desea. No sabe cuál es su camino puesto que se ha dedicado a recorrer el camino referente, el que se suponía que daba el éxito, pero el éxito no es lo que imaginaba.
¿Qué hace que este proceso se vea favorecido por la mirada transpersonal? El hecho de que para superar su desafío, Andrea debe retroceder más allá del origen donde se generó su autoexigencia y su estrategia de acción para pertenecer.
Debe ir más allá y conectar con la esencia previa a todo para desde ahí reconstruir un viaje que cambiará su vida por completo entregándole la posibilidad de reconocerse y de elegir libremente su destino.
Caso 2: Alicia
Alicia viene a coaching para que la ayude en la relación con su madre. Para ella su madre es una persona difícil, de elevada autoexigencia, que nunca tiene suficiente y para la que ella nuca es lo suficientemente válida, ni adecuada, ni correcta.
Alicia narra cómo su madre tiene fácil la crítica, la desvalorización hacia ella, la exigencia, el “siempre puedes hacer más” o el “nunca es suficiente”. Ella está cansada de fallar, de no llegar, de defraudar o de no ser vista. No siente apoyo, no siente el cuidado o el cariño que cree que es normal que una madre debiera entregar a sus hijos.
A sus 44 años y su madre con 69, las cosas no han cambiado mucho desde las primeras rígidas instrucciones que la madre impuso ya a su hija con apenas 5 o 6 años. Ella así lo recuerda. Cómo debes hablar, comportarte, vestir, cómo debes jugar, lo bien que debes hacer las cosas, las excelentes notas que se te exige que obtengas.
Ella debía ser inteligente, bien educada, tranquila, sin una palabra más alta que la otra, sin expresar emociones y por supuesto sin queja alguna. Debía ser fuerte, autosuficiente, no depender de ningún hombre y, en general de nadie, y saber en todo momento afrontar con éxito cualquier situación.
Con el tiempo debía estudiar Derecho y ser una persona trabajadora y de éxito. Seguir la estirpe de su abuelo que fue abogado del estado. Así que, al menos, juez. Alicia es juez y aspira a ascender aún más, a magistrado de un tribunal superior de Justicia.
Esto, por supuesto no es suficiente. No quiso ser abogado del estado que es lo que su familia le reclamaba y juez es como el segundo puesto. Como simplemente mantener la dignidad en lugar de hacer lo que había que hacer.
Para la madre, en esta vida, toca hacer lo que hay que hacer. Y no se hable más. A Alicia le pesa esto. Le pesa como una losa el ser perfecta y siente que ya no soporta más a su madre. Se siente agredida diariamente por ella cuando se ven o hablan por teléfono y cuando ha tratado de hablar con su madre de ello, la respuesta ha sido que no trate de volverse la víctima, que debe ser fuerte y sostenerse.
Que lo demás son actos de debilidad que no son propios de nadie que merezca la pena. En esta familia sabemos estar como debe estarse y gestionarnos nuestros temas de manera íntima sin llamar la atención y sin molestar.
Hija, no saques los pies del tiesto. Compórtate y no pierdas los papeles.
Alicia siente que hay una enorme distancia entre su madre y ella y ya no sabe cómo actuar. Siente deseos de alejarse de ella y no tener relación. Cree que esta es la mejor opción, pero hay algo que la frena, le pesa romper con su madre y no sabe cómo resolverlo, pero ya no puede más.En el pasado ya estuvieron años sin relación y ella no consiguió el alivio que pensaba. Estaba enfadada y al mismo tiempo se sentía culpable por romper su relación con su madre. Al retomar la relación al principio parecía que las cosas hubieran mejorado, pero ahora ella considera que ha ido a peor y no sabe cómo afrontarlo.
En un proceso de coaching tradicional, una vez confrontados los juicios sobre su madre y ver si estaban fundamentados, trabajaríamos aquello que le genera culpa. Los juicios o creencias que le generan culpa si deja de hablar con su madre. Y esto daría lugar a espacios donde quizá pudiera emerger la creencia idealizada de lo que debe ser o hacer una buena hija. O la creencia idealizada de lo que debe sentir una hija. También se podría trabajar el encontrar una forma de comunicarse con su madre en la que le pusiera límites.
El proceso se vuelve transpersonal cuando el único camino que le queda a Alicia es poner un límite definitivo y reducir, puede que del todo, la relación con su madre, cuando ésta no respete el límite. Aquí el trabajo es distinguir el vínculo de la relación y dejar limpio el primero. Amar a su madre y tener relación son dos cosas distintas y mientras no encuentre la forma de separarlas, no habrá paz.
Este es el viaje de Alicia, que tuvo que entrar en su interior y viajar a lo que trasciende detrás de lo cotidiano para encontrar a su madre dentro de sí misma y tomarla en su esencia, para después poder soltarla en su relación y su ego.
Mamá, te quiero profundamente, pero mi ego, no entiende tu viaje y no sabe sostener la relación con el tuyo sin sufrir daño. Lo siento, te seguiré amando en la distancia y respetando tu proceso. Si algún día me necesitas, aquí estaré.
Caso 3: Jorge
Jorge es líder de una unidad de negocio de 300 personas dentro de una organización y está luchando entre sus propios valores y la defensa de su equipo por un lado y las directrices que de la matriz le llegan por otro. Él se siente roto por dentro por considerar que la situación es injusta una y otra vez y no sabe cómo sostenerse ahí en medio.
Ahora debe afrontar despedir a un número elevado de personas de su área, mientras ve como la sede de servicios centrales de la organización incrementa su plantilla. El que está en el terreno y es el que debe lograr los objetivos, es obligado a adelgazar su estructura mientras que la estructura transversal aumenta en una burocracia que siente injusta e inútil.
¿Qué sentido tiene todo esto?, se dice. Desea salir corriendo, pero está atrapado en su nivel de vida económico y la fidelidad a su equipo. No sabe qué hacer.
Parece difícil que este proceso derivara en una mirada transpersonal. Pero los valores de una persona son gestados en su esencia y después se expresan en el mundo y si no se mantienen tiernos y dinámicos, se vuelven rígidos y difíciles de manejar.
Así, Jorge se encuentra atrapado en medio de diferentes valores, todos suyos, todos válidos, pero rígidos y por tanto incapaces de relacionarse entre sí.
Para poder verlos en esencia, deberá retroceder al origen de esos valores, al espacio nuclear donde se gestaron y recuperar su aspecto flexible y relacional para encontrar la virtud en medio del conflicto de valores. Encontrar la esencia adulta para afrontar la vida y no la búsqueda de lo simple y puro que el niño necesita para salir indemne.
Jorge deberá afrontar esta situación tomando algo y soltando algo. Pero el mundo no se va a adaptar a él y huir no es más que eludir el desafío y esperar a que de nuevo se presente en su vida, más adelante bajo otra apariencia, hasta que se atreva a mirarlo de frente y atravesarlo.
Cuando afrontamos los desafíos buscando ser más felices y no sufrir, seguimos en la rueda de la vida más tangible, en el enredo de imaginar la vida como un posible lugar de paz y de serenidad como si estos elementos fueran algo externo, fuera de nosotros, que debemos saber buscar o encontrar, como el amor o el éxito.
Sin embargo, la vida no es esto. la vida es como una enorme aula de aprendizaje. Un viaje de crecimiento y evolución donde ser feliz y no sufrir está muy lejos de ser como lo imaginamos y donde todo transcurre dentro de nosotros y nada de lo externo nos dará la paz que ansiamos.
El viaje es siempre hacia dentro y ahí en lo más esencial, encontraremos lo que buscamos fuera de manera infructuosa. Solo en contacto con la esencia, los procesos humanos encuentran su auténtico camino.
Y mientras tanto, hasta que tomamos conciencia de esto, damos vueltas y vueltas a veces con mayor y otras veces con menor fortuna.
José Manuel Sánchez Sanz
Director de “El desafío de la conciencia”, del programa de coaching transpersonal, de los retiros de meditación y formador del curso sobre Eneagrama.
Un comentario
Hermoso Josè, lo que has escrito!!!